LA UNIÓN DEL CIELO Y EL INFIERNO

Reseña del álbum ‘Ultratumba’ (2021) de la agrupación Border Terror (Cúcuta)

Por: Juan Sabbath


Nota: Este texto es parte del libro ‘Bienvenidos al Sabbath: crónicas reseñas y reflexiones en torno a la vigencia del underground 2001 – 2021’. Si disfruta la lectura compre el libro aquí.


«Solo los buenos mueren jóvenes,

y la maldad parece vivir eternamente».

—Bruce Dickinson


A Edwin López, Gerson Gallardo, 

Juan Corredor y Regulo Valero: 

in memoriam.


Cúcuta, la frontera del terror, es una pequeña Colombia. Todos los males nacionales están condensados en una ciudad de contrastes, una hermosa capital que se disputa el trono de la más violenta con Medellín y Cali, cuna del entretenimiento y la pereza mental pero también cosmopolita y madre de figuras avanzadas en los campos del arte, las ciencias y las letras. 

Es una ciudad caminable, de gente amable y simpática pero también plagada de asesinos sanguinarios. 

En Cúcuta cada cual debe crear su universo para convivir de cerca con la muerte, jugar con ella, despreciarla y serle indiferente. En ese mundo imaginario la ciudad se hace digerible y la muerte forma parte del paisaje, como una ceiba en cualquier parque. 

Cúcuta ha puesto muchos muertos en las cifras del conflicto interno colombiano y no me refiero solo a las bajas que formaban parte de los bandos legales e ilegales que operan en la ciudad, me refiero también a los centenares de inocentes torturados y asesinados, algunos de ellos muy cercanos, conocidos, de esos amigos que saludan con abrazos sinceros, lo que hace estas líneas algo muy personal. 

Ser metalero en una ciudad como Cúcuta era convertirse en el objetivo militar de los comandos de exterminio, de los que solo quieren ver gente bien peinada y con la camisa por dentro, que con la excusa de una sociedad en decadencia pretenden acabar con el pensamiento crítico y el derecho a disentir. 

Esos escuadrones de la muerte se dedicaron a una cacería de inocentes que hubiese envidiado Matthew Hopkins, el general cazabrujas de la iglesia católica, corrupto hasta los tuétanos, que ejercía su maldad solo por el hecho de que sus víctimas no eran corruptas como él. 

En Cúcuta, una versión degradada del Witchfinder General se replicó como una infestación de ratas a comienzos de este siglo, haciendo de esta ciudad bella y caminable un reino de la muerte, una ciudad en la que, al girar una esquina, no sorprende encontrar una camioneta estrellada contra un poste, su propietario con la tapa de los sesos destrozada por una ráfaga de metralleta y su hija, menor de cinco años, totalmente bañada en sangre, con un grito atrapado en la garganta por el shock emocional. 

Ciudad con el faro del Catatumbo que no envidia a la aurora borealis pero con los hornos de la infamia que reproducen una versión tropical de Auschwitz. 

Esa realidad mortuoria se evade con lo festivo, la entretención y el baile o con lo creativo, agudizando la sensibilidad y el intelecto. 

Los que optan por la segunda opción crean grupos literarios, sociedades de artistas, escuelas de danza, cine foros, revistas, grupos de teatro y se apropian de los espacios públicos para sus encuentros. 

Pero la muerte en ocasiones derriba los muros de lo simbólico y nos devuelve, con el zumbido de su hoz, a la brutal realidad. De allí que algunos prefieren enfrentarla sin simulaciones, denunciando su brutalidad, transformando el olor a muerte en vibraciones sonoras, tomando ventaja del terreno fértil para la consecuencia obvia del contexto que he delineado hasta aquí: el death metal. 

Esa transformación se percibe en ‘Ultratumba’, la ópera prima de Border Terror, una agrupación creada en el año 2017 pero que recoge la historia de la escena cucuteña en los últimos veinte años. 

Sus integrantes se hicieron metaleros caminando por las calles en medio de murciélagos y lunas infernales. 

No sé cuántos de ellos escuchaban metal en el pasado siglo, pero es seguro que espacios como Barrocko rock bar fueron fundamentales para la consolidación de la escena en Cúcuta, un bar que ha perdurado durante todo lo que va corrido del siglo veintiuno, de la mano de uno de los artistas más talentosos de la ciudad: Eduardo Sepúlveda, guitarrista con influencias de jazz, blues y rock progresivo, y que ahora refuerza la agrupación Border Terror en sus presentaciones en vivo; él es el enlace entre los dos siglos, integrante de la pionera banda local Humus junto a Raúl Castillo e Iván Arango. 

Humus aportó el himno del metal en Cúcuta, titulado “Asunto social” y compuesto por Félix Becerra, tema que marca un hito en la historia del metal de la frontera y que, para la escena local, es análogo en importancia al tema “Metalero” de Darkness.

Para llegar al nivel de Border Terror y las demás bandas que ha producido Cúcuta en la pasada década, fue necesario mucho movimiento en el underground a comienzos de este siglo. En esos años fue clave el papel de los promotores de conciertos que iban a pérdida (Diego Barajas, bajista de Border Terror, uno de ellos), de los magazines como Subterráneo y Letra Oculta que nacieron en Barrocko rock bar junto a bandas en donde Alex Mora (guitarrista líder) y Carlos Corzo (guitarrista rítmico) estuvieron muy cerca o fueron protagonistas, bandas como Pentaphony (metal neo-progresivo), Llama Eterna (pionera banda de heavy metal local) y Megatherium (que transitó por diversos géneros con Diego Barajas y Alex Mora en sus filas). 

Gracias a ese núcleo de actividad emergieron las bandas Pergamino (heavy metal), Demogorgon (ahora Ignis Haereticum), Ark (hard rock), Maleventum (black metal), Resilence (heavy metal), Abismo (thrash metal), Auriga (heavy metal), Praetor (black metal), Devastation (thrash metal), Melek Taus (black metal) y el curioso proyecto Mantra Sónico (experimental); bandas que encontraron difusión antes de la masificación de internet en espacios radiales como Metalmorfosis 1020 AM (primer programa dedicado al metal extremo en Cúcuta), Sonata Púrpura 90.9 FM y posteriormente en rockombia.org y en los nuevos bares de metal de la época como Drunken. 

Esa historia está recogida y se siente en Border Terror, el culmen del metal de la frontera, una banda que trabaja mirando la muerte a la cara y registrando sus horrores cotidianos: horrores que deben narrarse, replicarse en diversidad de exogramas, artefactos creados para trascender en el tiempo más allá de lo efímero, dispositivos de memoria que incluyen la literatura, el cine, la investigación académica y, por supuesto, la música. 

‘Ultratumba’ constituye un exograma de la muerte y exhibe de manera directa el plano pragmático del arte, su función histórica y el matiz estético que debe ser consecuente con ello; por eso el death metal colombiano es, quizás, el más natural y honesto, la muerte no es inspiración producto de una lúdica alucinada, es un tema que constituye la realidad que «la gente de bien» trata de ocultar. 

El ocultamiento es complicidad; la denuncia, la revelación y la memoria es reparación. Aquí el metal muestra su faceta menos simbólica, una realidad directa merece un mensaje directo y un sonido que lo refleje. 

Border Terror está escribiendo la historia que nadie quiere contar, algo que es mandatorio en el death metal pero su originalidad proviene de la visión local, del sentido de identidad y del enfoque compositivo. La agrupación retoma la vieja escuela death metal y lleva al extremo los dispositivos tecnológicos que permiten una distorsión en exceso, hasta conseguir el «sonido de motosierra» que resulta bastante pertinente. 

Las vocales a cargo de Andrés Ardila, dentro de la tradicional guturalidad, dejan percibir el matiz personal de sus cuerdas vocales con una vocalización clara y comprensible. Las guitarras a cargo de Carlos Corzo y Alex Mora realizan las combinaciones de rítmicas y líderes propias del género, estas últimas llenas de lirismo, evocando los contrastes que he venido señalando. 

Una pesadez de tanque de guerra se multiplica con el sonido del bajo en manos de Diego Barajas, con un punto alto en “Ritual of pain”. Héctor Sanabria demuestra su virtuosismo en los tambores especialmente en el tema “Furnaces of infamy”, de lejos el mejor tema del ultracompacto: sutilezas de los platillos en contraste con el doble bombo penetrante. 

La literatura se hace presente con una bella poesía del autor local José María Peláez que ofrece versos de evocaciones lejanas que son el preludio de la muerte, recitados en portugués como un llamado integrador al metal latino, llamado que incluye hermanos de sangre y de metal que se encuentran cruzando el puente del horror: Venezuela con Carol Muñoz en una breve intervención lírica y John Quevedo aportando la majestuosa portada. También se integra Argentina con Gregorio Kochian en la ingeniería de mezcla y masterización. 

El trabajo gráfico de John Quevedo refleja con maestría lo descrito hasta aquí, resume visualmente el abrazo de la muerte, coronada por el casco militar que no se cansa de apilar cráneos con la bendición de la iglesia, un manto de oscuridad invisible que solo se percibe cuando se vive de cerca, que cobija y oscurece el radiante sol, los frondosos árboles y el sentido del humor en medio de la masacre. De todo eso no quedan sino lápidas y espectros.

‘Ultratumba’ demuestra que el metal y sus géneros extremos nunca se agotan cuando media la calidad y el talento, pero sobre todo, demuestra el carácter funcional y relevante del death metal: divulgar la historia sumándose a la multiplicidad de exogramas que son necesarios para develar la otra cara de una ciudad verdaderamente hermosa, de un país que es, como diría Blake, el matrimonio del cielo y el infierno.

Lund (Suecia), septiembre de 2021


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